domingo, 4 de marzo de 2012

LA CASTILLA PROFUNDA y VALENTÍN



Estuve por lo que llamo mi "Castilla profunda" visitando a un entrañable amigo que se encuentra "preso" en una Residencia llamada de la Tercera Edad (Asilo popularmente), sita en la localidad de Mayorga, en plena Comarca de Tierra de Campos...mi buen amigo Valentín tiene 83 años y padece un deterioro en una pierna que cada vez le dificulta más el caminar...Se que mis visitas le dan un soplo de vida al sacarlo de su "encierro", llevarlo a ver su casa del pueblo de Castroponce de Valderaduey y después comer en un restaurante algo que no le es habitual a diario.

Valentín en su domicilio, con un libro de las obras completas de Antonio Machado

No comenta nada de su vida actual, pero intuyo por su silencio, mucha melancolía y nostalgia dentro de él y las lágrimas le brotan de sus ojos cuando saluda a gentes que dejó antrás al internarse en su nuevo domicilio....Valentín tiene esa cultura y filosofía rural que da la experiencia de la vida, los años y esta ruda tierra esteparia castellana. Seguiré visitándolo mientras que el cuerpo de uno de los dos aguante. Su soledad es también mi soledad al igual que su amistad y cariño es también el mío. Viendo a este buen y querido amigo repleto de nobleza y esa prudencia que le ha dado el silencio forzoso ocultando sus ideales, comprendo aún más esa magnífica cinta de animación de factura española y tan galardonada por los "Goya"."Arrugas" es todo un símbolo de la realidad de los residentes en estas instituciones ya sean públicas como privadas. Estoy seguro que en breve realizaré una escultura inspirada en este personaje.

2 comentarios:

  1. Preciosa y al tiempo melancólica semblanza de la realidad de Valentín. Qué sentirá el pobre al ver su casa de toda la vida, donde había forjado todos sus sueños. Uy, qué tristeza.

    Fotos maravillosas y también melancólicas.

    Un beso

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  2. Conozco las lágrimas de mi madre que marchó de Castroponce a los 18 años y ahora hace 38 intentó enseñarme su hogar de la infancia, pero no pudimos estar más de media hora en el pueblo: el llanto no cesaba y no pudo contener la necesidad de marchar rápidamente. Le resultaba dolorosamente insoportable.

    Siento las lágrimas de mi madre, intuyo las de Valentín al que no conozco y las de otros, imagino. También las mías por no conocer aquello que me pertenece por herencia y que me es totalmente ajeno, muuuy triste. Un día iré y buscaré a Valentín u otro para que me cuente lo que mi madre ya no puede.

    Gracias a los que fotografiáis el alma de la tierra que añoro sin conocer.

    Rosario Conde (Barcelona)

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