miércoles, 5 de enero de 2011

PITIN Y YO, MI QUERIDO GATO


En estos momentos es cuando comprendo aún más a Juan Ramón Jiménez con su obra, “Platero y yo”…Sí ahora que mi querido gato Pitín ha pasado a engrosar el paraíso de los felinos, entiendo mucho más el cariño que personas como yo, sentimos hacia los animales y más a quienes nos han acompañado durante toda su vida dándonos todo a cambio de algo que parece bien poco: comida y amor. Da lo mismo que sean perros, gatos, burros, pájaros, caballos, lobos o incluso aparentemente fieros leones; todo animal puede ser de compañía, ahora también mal llamados mascotas.

Han tenido que pasar escasamente veinticuatro horas de su último suspiro para que me siente ante esta mágica máquina de sellar sentimientos y transcriba todo lo que mi nudo de corazón dolido guarda apelmazado con ansia de explotar. No soy un literato y menos un escritor virtuoso, solamente abro mi interior y dejo que las palabras y las frases fluyan libremente, sin orden ni medida, pero eso sí, con mucha sinceridad y sentimiento.

De sobra sabía que estado de salud de mi querido gato era muy delicado desde un tiempo a esta parte. No en vano este pasado octubre del 2010, cumplió la friolera de diecisiete años muy bien llevados y espléndidamente cuidados…No por ello, aunque lo intentaba de asumir, aceptaba de pleno que en cualquier momento nos iba a dejar, no solo por su enfermedad galopante, sino por la excesiva edad para la especie felina; siempre me quedaba la esperanza que en sus numerosos últimos achaques, iba a superarlos siempre y es más, soñaba con que eternamente iba a estar junto a mi ronroneando y agradeciendo mis caricias...

(Puede seguir este escrito entrando en mi página Web en la sección "Documentos)

Jesús Trapote

2 comentarios:

  1. Yo le llamaba Pitín, Moñin, Churrín, Piti, Pitirrín...

    Cuando iba a vuestra casa desde mis Madriles, salía siempre a saludarme silencioso, señorón de su casa, amable. Se dejaba hacer. Siempre claro, hasta que se aburría o yo comezaba a ponerme un poco pesada. Comenzaba con unos pequeños gruñidos que anunciaban un enfado colosal, al que por mi conocimiento de su especie gatuna no le hice llegar nunca porque lo soltaba rápidamente. Era su límite de amabilidad, como si dijese, bueno, bueno, que te recibo bien por educación, pero no te pases.

    Alguna vez me habéis dejado cortarle la punta de las uñas, aunque os daba miedo, pero comprended que he tenido gatos desde hace por lo menos treinta años, sé exactamente hasta dónde debo cortar. Y él se dejaba tranquilo y confiado.

    Era Pitín gato entre los gatos, bello, mimado y cuidado, confiado, compañero y acompañante, se deslizaba por toda la casa comprobando que todo estaba en su sitio, sus papis, sus gatas, su comida, su jardín, su sol del mediodía y su noche larga. Todo tan familiar, tan amoroso y delicioso. En este apacible trasiego se hizo viejín, casi sin sentir. Y desde hace muy poquito tiempo, digamos hace un segundo, sus preciosos ojos azules decidieron que ya iba llegando el momento de cerrarse para soñar otros jardines otros soles.

    Pero nunca dejará de soñar con sus queridos compañeros, Ali y Jesús, porque os lleva grabados en su pequeño corazoncito.

    Hasta siempre Pitín chiquitín.

    ResponderEliminar
  2. Gracias querida Isabelita por hacerme llorar de nuevo mis ausencias... Se que el tiempo irremdiablemente curará estas heridas del sentimiento, pero ahora es aún demasiado de pronto ya que su espíritu y semblante pulula latente por todos los rincones de lo que fue su segunda y definitiva casa

    ResponderEliminar