Hablar de verano, veranillo para mi, supone un mar de recuerdos mozos entre pinares piñoneros y cantos de chicharras bajo un sol abrasador donde se sesteaba en la “castilla profunda” a orillas del Duero y siempre bajo la nada refrescante sombra del pino. Eran tiempos de estrechuras no solo económicas, pues afortunadamente de esas no tuve, sino de las mentales que son al fin y al cabo quienes más nos marcaron y que posteriormente dejaron mella en nuestras vidas.
Después, llegaron otros veranos a orillas del cantábrico y la emblemática playa del Sardinero santanderino, nos recodaba durante el resto del año que aquél mar norteño había adquirido el popular nombre del “Mar de Castilla, para orgullo y regocijo de los privilegiados que nos asomábamos a sus aguas desde la estepa castellana; lo que no se decía generalmente, es que pasábamos un mes en la capital cántabra en un piso “con derecho a cocina”…
Mis jornadas de pesca fluvial también han prácticamente desparecido del ocio estival debido a que la masificación incontrolada también a afectado al deporte de la caña y retel…ya no se puede uno acercar a ninguna orilla del río sin que una masa invasora de “domingueros” ocupen y desbasten sin control, todo lo que pillen a mano
Por otro lado, también con los años, he descubierto que con los calores sofocantes, la irascibilidad y mal carácter se acentúa, (la edad también juega su papel). Creo que estamos mucho más sensibles hacia la discusión absurda y a veces mucho más trivial que la importancia o carácter que adquiere. En ocasiones cuando el estado de irritabilidad lo detecto, tomo la simple opción de echarme en la cama y pensar en “blanco”, algo que en muchos casos da unos resultados muy óptimos. Los “abogados de pobres” que suelo llamar, se que enseguida saltarían con la recurrida frase de “¿Por qué no te pones a modelar y crear alguna escultura genial?”…¡y una mierda les diría yo! Pues ya me dirán con una calorina de esas de justicia quien es el guapo que se pone, manos en la masa (arcilla) a esperar la llegada de la “musa divina” mientras que estrujas sin ningún sentido la noble materia modelable…Al menos si escuchase aquél casi olvidado canto de la chicharra de la infancia, quizás sería un fondo musical inspirativo; pero no, en estos casos solo se escucha algún que otro moscardón con su machacón zumbido entre las orejas que te hace aún sentir los deseos de mandar todo al cuerno.
Así que el verano, veranillo sobre todo lo referente a mediados de julio y mes de agosto, lo mejor es hacerse invisible para todo y para todos…al menos yo.
Efectivamente, sigo tu consejo, y en estos meses me sumerjo en los verdes prados de la Montaña leonesa, y me mimetizo con las nubes y los violetas de las montañas. Ostracismo que durará, si tienen a bien los dioses, hasta primeros de septiembre en que todo volverá a ser ruido, tráfico y trabajo.
ResponderEliminarSaludos cansequiles.