Estos días navideños, fin de año y demás, nos,- al menos a mi-, invitan a meditar y hacer balance de las experiencias vividas a lo largo de esos 365 días. No en vano nos hacemos propósitos de enmienda en nuestros defectos de carácter y cosas así…Es todo un examen de conciencia que ahonda en nuestras sensibilidades.
Este día de fin de año 2010 no ha podido ser más fatalista al mezclarse esas sensibilidades que algunos gozamos con la desdicha de la naturaleza. Poco imaginaba, (si es que imaginaba), este elegante halcón de las fotos,-quizás peregrino, pues lo desconozco-, que su libre vida acariciadora de nubes, iba a terminar estrellada en los cristales de uno de los ventanales de mi casa…
Estaba sentado yo ante el ordenador escribiendo correoscon unas felicitaciones del año a mis gentes queridas cuando, de pronto, un ensordecedor ruido desviaba mi atención hacia el ventanal. Apresuradamente me levanté y en rápida mirada hacia el jardín, descubrí a una gran y elegante ave en el césped la cual se debatía entre la vida y la muerte con un aleteo dolido…
Bajé lo más rápido que pude y al llegar junto a esta noble ave, poco pude hacer por ella ya que había dejado de moverse y un ojo se había cerrado mientras que el otro me miraba, sin mirar, fijamente con su pupila negra y córnea amarilla…en vano traté de reanimar al animal cual humano se tratase con masajes en el pecho y demás auxilios primarios conocidos; desafortunadamente había muerto.
La tomé en mis manos con su cuerpo aún caliente, cerré su ojo que mirándome sin mirar parecía decirme:”gracias por intentarlo”, y dirigiéndome a un rincón del jardín la posé suavemente en el suelo; ante la majestuosidad inerte que tenía ante la vista le tomé unas fotos, al tiempo que una tímida lágrima recorría mi rostro, e impotente, me dispuse a enterrarla... ¡Dios que mal lo he pasado! Es como si la sombra de la muerte planease sobre el ambiente de este fin de año gris y lluvioso. De este hecho se podría sacar miles de conclusiones y de seguro que un escritor sacaría un gran partido narrativo de ello, pero yo, un pobre hombre que solo puede sentirse feliz de gozar de cierta sensibilidad humana y artística, no puedo más que narrar el suceso y perpetuarlo en este medio que tengo para ello…
De nuevo esta noche las campanadas darán las 12 y la algarabía humana celebraremos que hemos vivido un año más y brindaremos con habitual esperanza por ese futuro incierto que supone el comienzo de algo desconocido…Pero lo que si es cierto es que la naturaleza tendrá un halcón menos desaparecido por ese absurdo progreso humano de inventar unos vidrios de espejo que confunden el instinto y conocimiento del ave cuyo único objetivo es el de surcar los cielos sin más afán que de sobrevivir.
Un fin de año triste y digno de recordar…la diferencia humana de sensibilidades me la ha vuelto a demostrar alguien que intercambié hace unos minutos unas palabras telefónicamente y al contarle el hecho, la primera conclusión con que me respondió fue: “¿Pero se ha roto el cristal?”. Con esto creo que está todo dicho.
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