martes, 11 de agosto de 2009

VERANO,VERANILLO


En estas épocas de estiaje, galvana, letargo y siesta con fondo de chicharra en tierras que recuerdo con cierta nostálgia, de mi "Castilla profunda", llegan a mi mente otros veranos efímeros repletos de ñoñeces semi-infantiles.
Recuerdo domingos estivales bajo pinos piñoneros pincianos, aplanados por un sol de justicia que solo el paso cercano de un manso Duero adulto, incitaba a un respiro gracias al frescor fluvial de sus aguas; junto a mi una caña de pescar con sedal auténtico y veleta de corcho de dos colores, aguarda quizás a que mi destreza haga caer en la trampa algún ingenuo pececillo de los muchos que abundan en el río padre de esa estepa castellana. El sopor de la siesta con zumbido de moscas y tábanos, era el uno de los atractivos del veraneo de la clase media en mis años mozos. Otro aliciente era aquellos grandes paseos por zonas rurales cercanas con cebadas y trigales en siega, pequeñas colinas calizas y cardos borriqueros salpicados con la silueta de pueblos miserables de edificios de adobe y calles polvorientas...Como fondo, ¡ay como fondo! ese infinito horizonte del desolador pero para mi bellísimo paisaje castellano, solo salpicado por algún solitario pinarcillo o derruído palomar. Luego estaban esos cielos de amaneceres y crepúsculos con una policromía infinita de rosas, violetas, morados y ocres que invitaban a la contemplación y al silencio...ese mismo silencio que tantas veces escuché,-igual que el poeta- en la alta y barbacana Soria, a orillas de un joven Duero en forma de ballesta.